Entre los miles de preocupaciones que surgen cuando se espera un bebé hay una que no es que sea la más importante de todas, pero que sin duda tiene su intríngulis: ¿de qué color tendrá los ojos el recién nacido? ¿Como los de mamá? ¿Igual que los de papá? ¿Como los del abuelo? ¿Cuándo se define el color de ojos de un bebé? No es algo que los padres puedan escoger -de momento- sino que depende de una cuestión que, para bien o para mal, nos afecta a todos. Estamos hablando de la caprichosa genética, que es un poco como la meteorología: no se puede prever con exactitud, pero si tenemos la información adecuada, podemos tener bastantes indicios de por donde van a ir los tiros. Todo es cuestión de probabilidades.
Gen dominante y gen recesivo
Recordemos nuestras clases de biología, y recuperemos los términos “dominante” y “recesivo”. En genética, cuando un factor es “recesivo” significa que un rasgo, aunque sea hereditario, puede ser perfectamente reemplazado por otro, por el “dominante”. En lo que respecta al color de ojos, los dominantes son los ojos oscuros, los marrones o negros, que se suelen imponer a los colores claros, azul o verde. Eso significa que si solo uno de los padres tiene los ojos oscuros -y más aún si son los dos-, lo más probable es que los tonos oscuros se impongan en el bebé. Pero veámoslo con más detalle.
Si ambos progenitores son de ojos marrones, las probabilidades de que el bebé también tenga los ojos marrones es de un 75%, las de que los tenga verdes de aproximadamente un 19%, y las de que los tenga azules, alrededor de un 6%.
No obstante, si uno de los padres tiene los ojos marrones y el otro verdes, las posibilidades de que el bebé tenga los ojos marrones se reducen al 50%, por un 37,5% de que los tenga verdes y un 12,5% de que los tenga azules.
En el caso de que uno de los progenitores tenga los ojos marrones y el otro azules, tendremos las posibilidades repartidas: un 50% de que el bebé tenga los ojos marrones, y otro 50% de que nazca con los ojos azules; en este caso, el color verde brilla por su ausencia. No obstante, recordemos que la genética no es una ciencia exacta, y que siempre puede haber sorpresas inesperadas.
El color de ojos definitivo
Del mismo modo, tampoco hay una respuesta exacta para saber cuándo se define el color de ojos de un bebé.
Es un hecho que la mayoría de los bebés nacen con unos ojos claros, normalmente de un color azul grisáceo. ¿Por qué sucede esto? Este fenómeno se produce porque, en nuestros primeros días de vida, la melanina no se ha depositado aún totalmente en el iris de los ojos. Y es la melanina, un pigmento hereditario, el principal factor que determina nuestro color de ojos (y de pelo, y de piel), y el responsable del cambio al color de ojos definitivo.
Entonces, ¿Cuándo se define el color de ojos de un bebé? No hay una regla generalizada, pero es algo que suele producirse en los primeros meses de vida. Y cuando decimos meses, pueden ser hasta 24, es decir, hasta que el bebé ya cuenta con dos años de edad. Se trata de un proceso que se da de forma individual, como el ritmo al que crece el pelo, y que es distinto en cada caso. Así pues, en algunos casos el bebé adquirirá su color definitivo a los cinco o seis meses, pero en otros habrá que esperar hasta el año, y en otros hasta los dos años. Por lo tanto, habrá que ser pacientes.
Nuevamente, se trata de algo que depende de la herencia familiar, de factores genéticos como el color de piel del bebé: los que tengan pieles claras, es decir con poca melanina, tendrán más propensión a tener ojos claros, azules o verdes (o grises en algunos casos); en cambio, en aquellos bebés con la piel más oscura, con más carga de melanina, las probabilidades de tener los ojos oscuros, marrones o negros, se multiplicarán. Por último, hay que tener en cuenta que, aunque el color de base de los ojos no suela cambiar a partir de los dos años, siempre puede sufrir leves modificaciones, en su tono e intensidad, a lo largo de toda la vida debido a diversos factores.